La Iglesia de la Santa Cruz de Cuenca es
una de las más antiguas de la villa, empezó una modesta construcción, de una
sola nave en mampostería y cubierta de artesonado de madera, pero hoy día es un
interesante y activo foco de la artesanía.
Juanes de Mendizábal el Viejo a mitad del siglo
XVI inicia la reforma del templo originario, estando al frente de las obras,
aunque fue durante el episcopado de
Fresneda cuando se le da a la obra un gran impulso. El obispo, en el año de
1568, encarga la remodelación de la construcción a Francisco de Goycoa, muy
prestigioso en Cuenca, siendo también el Veedor General de las obras del
Obispado.
Su costumbre como veedor era inspeccionar y no se
encargará personalmente de las obras sino que delega a la muerte de Goycoa, en Juanes
de Mendizábal el Mozo, a quien tenía en gran estima y que era sobrino de Juanes
de Mendizábal el Viejo. Este elevaría los muros perimetrales y voltearía unos
arcos entre los contrafuertes, adosándoles columnas dóricas que en el siglo
XVIII se sustituyen por pilastras.
Posteriormente a este autor, otro arquitecto
introduciría en el proyecto algunas modificaciones, Pedro de la Vaca será quien
se encargue y con él la obra cobra significación, dando mayor anchura a la
nave.
Los maestros carpinteros Damián Saravia de
Oropesa, Jerónimo Vadello y Francisco Pinarejo junto con los entalladores
Villanueva y Gaspar de Berriote se encargaron de la fábrica del artesonado de
madera que cerró la cubierta.
En el siglo XVIII la iglesia se abovedó llevando
las obras el maestro albañil y cantero Manuel de Santa María. La iglesia queda
configurada como de planta de salón, una nave de seis tramos, con ábside
poligonal, contrafuertes y pilastras adosadas. Como verá el visitante, cuenta
con una peculiaridad y es que por imperativos de la orografía la sacristía hubo
de colocarse debajo de la capilla mayor.