Sobre pandemia, bares, aglomeraciones y la rentabilización que debe hacer el Gobierno de las ayudas y subvenciones. La clave educar a la población y reseteo del planteamiento del propio Gobierno
Existen espacios que son en realidad focos infecciosos, contagiosos y difusores. Algunos los están llamando ya espacios "supercontagiadores", argumentando la teoría de que mejor sería limitar que confinar.
Las autoridades sanitarias siguen sin resolver muchos numerosos interrogantes:
- ¿dónde se producen los contagios?
- ¿cómo nos contagiamos?
- ¿es realmente útil el confinamiento?
- ¿es mejor evitar sitios supercontagiadores como los bares o centros comerciales atestados que encerrar a la gente?
De ser esto así, el cierre de establecimientos a temprana hora de la tarde sería un inconveniente económico, laboral, psicológico para quienes se ven afectados y algo inútil, puesto cuando cesa el toque de queda, los focos supercontagiadores vuelven a la carga y en los bares se siguen viendo gentes agrupadas, sin la m ás mínima distancia de seguridad, sin mascarillas, voceando a toda pastilla como si no pasara nada.
¿Sería mejor educar a la población de otra forma?, lógicamente aquí estaría la clave. La gente, sobre todo en Andalucía, vive para afuera, lejos quedaron aquellas costumbres de judíos y moros en las que la vida se orientaba hacia dentro, la vida se hacía hacia dentro de la casa, las viviendas apenas tenían vanos hacia la calle, sí patios interiores relajantes. En realidad, los romanos ya diseñaron casas en las que la vida se orientaba hacia dentro, con su gran patio central que daba luz a todas las habitaciones y su impluvium, estanque en el que poder contener para reciclar el agua procedente de la lluvia.
No se entiende en qué momento la ciudadanía opta por orientar su vida hacia fuera del hogar, quizás desde que la familia se atomiza y se prodiga la independencia que favorece después la sensación de soledad e incita a los individuos a buscar compañía fuera de casa.
Un bar es un negocio en el que entra mucho dinero, se ha convertido este establecimiento en principio para dar de comer y beber al caminante, al viajero, en un club social donde la gente vive más que en su casa. Desayuna en el bar, almuerza en el bar, de nuevo toma café a la hora de la merienda en el bar..., mientras tanto el tabernero se pone las botas. Muy bien porque el tabernero tiene para mantenerse, para mantener a su familia, para tener en muchos casos una flota de camareros y le sobra todavía para hacer viajes al rededor de lo largo y ancho de este mundo, en vez de guarar, derrocha, pero sólo el tabernero, los demás llevan economía de subsistencia. Por lo que el bar se ha convertido en un foco de enriquecimiento de una sola persona que tiene un equipo de asalariados que viven con salario base, en el mejor de los casos. No es lógico pues que el Gobierno se dedique a disponer darle subvenciones a empresarios que tienen arcas repletas del vil metal que no llega a todos. Los taberneros tienen mucho dinero, en la mayoría de los casos, algunos cierres de los que se han producido obedecen a una confluencia de sausas más que a que la pandemia los ha obligado a cerrar los establecimientos, eso sería cierto si estuviéramos hablando de pequeños negocios en los que entra el cliente moderadamente, pero no en establecimientos en los que se agolpan las personas a todas horas del día y de la noche.
¿Qué hacen los taberneros con el dinero?, ¿por qué no se piensa en dar ayudas a otros establecimientos en los que la gente, cuando entra, lo hace moderadamente, sin que se produzcan bullas en ningún caso?. Y...., todavía peor....¿Por qué el Gobierno no se dedica a pensar en destinar esas subvenciones y ayudas a crear puestos de trabajo?. Los bares son empresas, el Gobierno lo que está pensando es en subvencionar a empresarios de éxito, mientras existen muchos ciudadanos que han hecho bastante por el país, sin gran reconocimiento, dígase de paso, con grandes méritos, incluso inversiones, que hoy se encuentran en paro, hoy y hace más de cinco años. ¿Qué pasa con estas personas?. ¿No será mejor atender a estos que están más necesitados porque no ven un euro en mucho tiempo que a los taberneros que tienen una empresa de éxito que ha tenido que cerrar por necesidades sociales algún tiempo este año?. La injusticia está servida. Lo lógico es que mientra haya un parado, no se subvenciones a un empresario.
Los bares deberían reconducir su actividad y convertirse en servicios a domicilio, de esta forma no cesaría su actividad porque el tabernero, hostelero o restaurador como equívocamente hoy se le denomina (restaurador es el que restaura, no el que hace y sirve comida, eso es un cocinero o un camarero, según el caso) no trabajaría en equipo sino solo o con uno o dos empleados a lo sumo.
Se evitarían así las reuniones familiares y sociales dentro de los bares, que se llevan el covid puesto a su casa, donde hay vecinos, niños, adultos y ancianos, que pagan las consecuencias por la inconsciencia de unos y la avidez de otros. Decimos avidez porque algunos taberneros, no respetan los horarios, sino que cierran puertas y dejan dentro a la clientela, con lo cual es peor, el habitáculo pierde ventilación, todo se concentra más y el caldo de cultivo covidiano hierve como una sopa.
Los bares son un centro de encuentro donde se producen reuniones perniciosas de todas todas, por limpios que sean los emrpesarios, que no siempre es así. Cuando los ciudadanos salen del bar llegan a su casa, si acaso, dandose lugar a encuentros privados en los domicilios,siendo aquí donde algunos políticos están poniendo las miras ahora, intentando disculpar el poder supercontagiador de los bares.
En casa no se infecta nadie, a no ser que haya tenido contacto infecto con el exterior que se puede producir en bares, oficinas, parques..., donde la falta de respeto a las recomendaciones sanitarias da al traste con las prevenciones contra la pandemia.
El Gobierno se equivoca en temas como la peatonalización de las calles, esto viene a producir la concentración masiva de gente en la calle, facilita la extensión de veladores hasta donde alcance el atrevimiento del tabernero y se producen concentraciones de ciudadanos que superan la lógica con creces. Se atrae turismo, pues sí, también, pero para qué queremos tanto turismo, si algunas veces no salimos porque verdaderamente cuesta andar con sosiego por la vía pública. En Sevilla hay muchos sevillanos que se han despedido de la Semana Santa y mira que esto supone un gran sacrificio para algunos sevillanos, porque es imposible ver caer un alfiler al suelo en plena concentración para ver las procesiones, la masificación hace que el ciudadano pierda calidad de vida.
Limitar conventraciones y movilidad se antoja clave.
Puesto que la mayoría de los contagios por covid 19 se producen en focos supercontagiadores como los bares y cafeterías, discotecas, gimnasios, etc., estando siempre en cabeza los restaurantes a pleno
servicio, parece lógico reducir el portentaje de concentración en estos lugares. El confinamiento produce a la postre el efecto contrario, la gente harta de estar encerrada, saca los pies del plato como si no hubiera un mañana; y, de seguro no lo habrá para muchos, porque algunos en e llo parecen empeñarse.
¿Por qué no se invierte más en cultura y en actividades culturales, que refinan el espíritu, educan a la población, hacen comprender mejor lo que somos y cómo hemos llegado adónde hoy estamos?. Y cultura no son "festejos" sangrientos a los que el Gobierno eleva a nivel de fiesta nacional, nazional, educando a la gente en la crueldad hacia el inocente. ¿No ven que esto es un peligro gravísimo para la civilización?. Hay que educar al ciudadano sobre todo en solidadridad y en virtud, que aprenda a ser buena persona fundamentalmente, no un ser bruto y abjecto, cruel y sádico.
Educar para el respeto a la normativa y al prójimo, la filosofía católica es mucho más que una religión, es un proyecto y sistema de vida que tiene muchísimas enseñanzas pero que el progre descarta por rancias o beatas, craso error.
Se trataría de rentabilizar la densidad poblacional en los actos sociales, como pueden ser visitas y estancias en ciertos puntos o lugares, siguiendo itinerarios constructivos que permitan cierto número de personas y descarten el abuso del aforo. Con ello se eliminarían riesgos, se educaría a la sociedad, se daría calidad de vida al ciudadano y se le daría un corte de manga sensacional a la pandemia. Con este sistema no hay necesidad de cierres de establecimiento, ni aún de los bares. No es justo que la insensatez de alguno, que soltó por equivocación o por delito contra la humanidad este arn, ni siquiera ser vivo al parecer, mine la salud de unos y la economía de todos. ¿Quién se beneficia de todo esto?. Nadie, quien soltó el virus, lo pagará con su karma, o creerá que no...; quien piense en la rentabilidad económica está cavando su propia fosa, hay varios refranes al respecto: quien desea el mal del vecino, el suyo le viene de camino; quien las barbas de su vecino vea quemar, eche las suyas a remojar... La economía, la salud, la psicología, etc., se están viendo afectadas. Procede un VASTA YA.