Julio Ponce Alberca
Una investigación del profesor de la Universidad de Sevilla Ponce Alberca reconstruye, el escrutinio completo de la provincia de Sevilla, 89 años después, la cacicada que dió al traste con la monarquía y que hizo pensar a Alfonso XIII que en España no se lo quería, sino que su pueblo prefería otra forma de gobierno: la república. El fraude electorál provocó el exilio de la familia real de España.
Las elecciones municipales del día 12 de abril de 1931 dieron unos resultados falseados que desencadenan la salida del rey y la proclamación de la II República, Alfonso XIII no quería sinsabores ni líos, prefirió sacrificarse por la paz de España. Esto no es nada nuevo pero recientemente se ha presentado el estudio de investigación de Ponce Alberca que da a conocer el escrutinio de la provincia de Sevilla. Ya otros investigadores y presigiosos profesores de la Universidad de Sevilla adelantaron esta presentación en sus clases de Historia de Españ, como Comellas, incluso en las clases de Historia recibidas en Secundaria se hacía llamada de atención a esta circunstancia, pero la historiografía amarillista y la prensa amarillo chillón, tan escandalosas, han pretendido convertir durante muchos años ya, demasiados, lo blanco en negro.
Julio Ponce Alberca lo que viene ahora a aportar es una exhaustiva investigación sobre el escrutinio sevillano de 1931, germen realmente de la guerra de 1936, porque salir de España Alfonso XIII y fue todo un no parar de atentados, violencia, saqueos, pillaje, crímenes del frente popular y un larguísimo etc., que llevó a que un grupo de militares de honor y con respeto a España y a los españoles se plantaran un día y decidieran acabar con toda la anarquía reinante. Por más que se los critique, eso fue lo que hicieron.
En la ciudad de Sevilla arrasaron los votos monárquicos, que obtuvieron 966 concejales frente a los 329 republicanos.
Las elecciones fueron legales, pero los resultados no; las protestas en las calles se impusieron al voto depositado. Cuando no se tiene la razón, generalmente se forma mucho ruido para obtener la victoria, eso sigue pasando hoy día.
Por la vía revolucionaria, pasando de las urnas, dos días después de estas elecciones, se proclama la II República, sin que se respetase la legislación vigente. Cuando a los socialcomunistas no les interesa la realidad, la cambian a su antojo y ya está, eso hacen con la Historia, la Ley y todo lo que se les ponga por delante que no les venga bien.
Al parecer los monárquicos reaccionaron demasiado tarde porque instaurado el gobierno provisional, los republicanos pusieron en marcha toda una maquinaria necesaria para revestirse de legalidad.
Como tienen malísimo perder, las elecciones vinieron a repetirse un mes y medio después en aquellos municipios en los que habían ganado los monárquicos y, qué casualidad, que en las elecciones del 31 de mayo, los monárquicos de los excelentes resultados obtenidos, solamente obtuvieron cinco concejales frente a 981 republicanos. Pucherazo en toda regla, recordemos lo que hemos indicado más arriba, los votos monárquicos doblaban a los republicanos. Que el número de concejales monárquicos superó
en las elecciones del 12 de abril el número de republicanos en toda España, era un hecho constatable históricamente con las fuentes documentales primarias: los archivos.
Los republicanos ganaron sin embargo en la mayoría de las capitales de provincia y estos resultados se interpretaron como derrota de los monárquicos y se presionó al Rey para que se exiliase, incluso mucho antes de conocerse el escrutinio definitivo. Ello llevó a la precipitación en la proclamación de la II República, puesto que el recuento nunca se completó.
Historiadores investigadores de este tema trataron de reconstruir los resultados en base a los telegramas que los gobernadores civiles tenían que haber mandado al Ministerio de la Gobernación adjuntando el recuento de cada provincia. Esta sistemática no dió resultados concluyentes porque la documentación estaba incompleta. Ponce Alberca ha logrado ahora reconstruir los resultados de aquellas elecciones, trabajando en sus investigaciones pueblo a pueblo, distrito a distrito, en lo que respecta a la provincia Sevilla. Los resultados de estas investigaciones así como algunos incidentes ocurridos en los comicios e irregularidades cometidas posteriormente, los hace públicos el profesor en el libro De las urnas a la república. Las elecciones municipales de 1931 en Sevilla que publica la Diputación de Sevilla.
Solamente votaban en las elecciones de 1931 los hombres y se realizaban con listas abiertas, los votantes apuntaban los nombres de los candidatos que elegían o utilizaban las papeletas ya impresas por los partidos para facilitar la labor a los analfabetos, en la época más 30% de la población de España era analfabeta. Al entregarse las papeletas sin sobres al presidente de la mesa, era fácil ver a quién se votaba, el cacique sabía si votaba el ciudadano al candidadto exigido o no.
En Sevilla capital se dieron irregularidades tales como que hubo
secciones que no se constituyeron el domingo con lo cual se pospone la
votación justo al martes 14, día de la proclamación de la República. Los
concejales toman posesión sin haberse completado el recuento.
El día 16 de abril se preveía la proclamación de los concejales y la elección de alcaldes. Los empates se resolvían por sorteo, siendo el plazo para reclamar de ocho días.
El día de las elecciones queda en Gerena la votación interrumpida. Los agitadores gritaban vivas a la República y "Muera el Rey".
En La Puebla del Río los agitadores destrozaron las urnas al punto del escrutinio.
Pasó como ahora, aunque ganen unos se imponen por la fuerza de las protestas y demás los otros. Aunque los monárquicos ganaron se impusieron los republicanos con sus protestas en las calles pisoteando los votos de las urnas.
Elecciones + 2 días de protestas y pillajes de los republicanos (amalgama social-comunisto-anarquista) = II República.
Cuando los monárquicos reaccionaron al ver tamaño despropósito, no fue factible puesto que la República había puesto rápidamente en marcha toda la maquinaria para revestirse de legalidad, engañando en el momento y a través del tiempo pues revestidos de legalidad y victimismo han llegado hasta nuestros días.
Donde ganaron los republicanos -dice Ponce en su trabajo- "se hicieron cargo del Ayuntamiento correspondiente sin esperar la tramitación ordinaria de la toma de posesión" y "en las localidades donde triunfaron los monárquicos resultaba casi imposible que los concejales electos tomasen posesión ante la presión de los representantes electos de la conjunción (republicano-socialista)".
Los republicanos se echaron a las calles y en Sevilla capital se congregaron en la Plaza Nueva, lo que fue seguido en otras localidades sevillanas. Tal y como dice Ponce: "La oleada en favor de la República creció imparable desde aquella mañana, y para la noche España había cambiado de régimen"..."la irrupción de la República fue revolucionaria; su implantación y alcance, no". Dice Ponce. Con lo cual el cambio de régimen "no se acomodó al marco legal vigente aquellos días", con lo cual la II República fue a todas luces una tremenda ilegalidad de la que aún sufrimos consecuencias.
Continúa explicando Ponce que: "Si la renovación de las diputaciones provinciales y de las Cortes hubieran arrojado otra victoria republicana, el nuevo gobierno salido de las cámaras habría estado en disposición de promover un referéndum en torno a la Monarquía. Eso hubiera sido una transformación ordenada. Como sabemos, nada de eso ocurrió y el Rey abandonó España sin siquiera abdicar".
Alfonso XIII solo suspendió el ejercicio del poder real, no abdicó, siguió siendo rey de España en el exilio, con la esperanza de regresar un día a España, tras su muerte, su esposa la reina Victoria Eugenia ejerció como reina de España siempre.
Ponce sostiene que "la carencia de legalidad no implica necesariamente una ausencia de legitimidad".
A esta aseveración tenemos que objetar que la legalidad es lo que imprime legitimidad, no es legítimo lo que no es legal, legítimo es lo que procede de la ley etimológicamente.
El autor basa su aseveración en una apreciación suya: "el hartazgo que buena parte de la sociedad española mostraba con respecto a la Monarquía y al desgastado sistema político de la Restauración". Pero no habla del peso de las fuerzas comunistas manipulando a los españoles mediante el ala radical del socialismo y del llamado frente popular.
Según Ponce, en esas circunstancias "dejar numerosos ayuntamientos en manos de monárquicos se consideró altamente peligroso", para los republicanos, claro, ellos se sabían minoría. Ponce explica que "la solución vino de una estrategia que pretendió revestirse de legalidad". Esto fue: se abre plazo para tramitar protestas por irregularidades electorales y casos de corrupción, las protestas serían aceptadas y mientras tanto se resolvían se designan comisiones gestoras republicanas. Subyace la idea de convocar de nuevo elecciones allá donde se detectasen irregularidades. Dice Ponce: "tras los nuevos comicios, todos los ayuntamientos serían verdaderamente legítimos". La teoría pretendía ser lógica "la aplicación práctica distó de ser correcta", algunas protestas se presentan después de las elecciones.
El 16 de abril, Miguel Maura, ministro de la Gobernación, manda telegrama a los gobiernos civiles ordenando la constitución de todos los ayuntamientos elegidos, con la excepción de "donde hubiese o se formulen protestas contra el funcionamiento de ellos". Pero las protestas se presentaron después de las elecciones y del telegrama para evitar la constitución de ayuntamientos monárquicos.
Maura en su ministerio solamente recibió 49 denuncias de municipios de Sevilla, las elecciones se repitieron en 80. Dice Ponce:
- "La avalancha de expedientes y la imposibilidad material de analizarlos aconsejó la celebración de nuevas elecciones locales".
- "Casi siempre se repitieron las elecciones en aquellos municipios (y no fue casualidad) donde habían triunfado las candidaturas monárquicas el 12 de abril".
- Entre los días 10 y 13 de Mayo unos 100 edificios religiosos (iglesias y conventos) habían sido quemados en toda España en la famosa quema de conventos,
- algunos monárquicos deciden retirarse de la vida política.
- Unos pocos persistieron y otros, -pequeño porcentaje-, apostaron por sumarse "al carro vencedor y cambiar de bandera".