Según los datos del Observatorio de Comportamiento Humano en la Empresa (OCHE),en un estudio, realizado entre 900 directivos españoles, sólo para un tercio de los directivos varones encuestados la ambición es una cualidad digna y necesaria; y este concepto lo asumen el 43% entre las mujeres directivas. Para cuatro de cada diez entrevistados, la ambición es una cualidad indigna pero necesaria. Un alto número alto de directivos se confiesan ambiciosos por obligación, ven que es necesario en su profesión. Los estudios parecen concluir que los directivos muestran cierto pudor frente al concepto de ambición, esto les hace moderar su procedimiento.
Todo sería diferente si se entendiera el concepto ambición como superación, si se sublimara, si lo convirtiéramos en su contrario; superación es progresar con el objetivo bien marcado y fijado en la
moralidad, en la ética; sin embargo el concepto ambición ostenta una connotación peyorativa. Hay que tener lo justo, excederse es pecaminoso. Así se entiende y así está extendido en espacio y tiempo este concepto. La superación está guiada por valores positivos mientras que a la ambición la mueven energías negativas que pretenden a costa de lo que sea alcanzar el objetivo propuesto. El concepto
superación está relacionado con el bien y ambición con el mal; alguien ambicioso es alguien que hay que mirar con cuidado, no es sinónimo de buena persona. Sin embargo una persona que intenta superarse, está en la línea correcta.