Ha llegado a nuestro país el negacionismo de la mascarilla porque algunos inconscientes piensan que "llevarla es señal de cobardía", eso es lo mismo que decir que es cobarde el que hace footing porque corre. ¡¡...Vaya tela como está el patio...¡¡
Artífices de esta "intelectualidad" (lo digo en sentido irónico, claro) son grupos
que se relacionan con las pseudociencias, los grupos antivacunas, posiciones
políticas extremistas, que se han puesto a defender la idea de que protegerse con mascarilla es una medida amordaza.
No se trata de llevar bozal, se trata de protegerse con una mascarilla.
El 21 de mayo ve la luz una norma ministerial que decreta la obligación de protegerse con mascarillas en España, frente a lo cual mensajes en contra empezaron a difundirse por Telegram y WhatsApp.
Incluso circuló un texto que explicaba la forma de participar en un recurso contencioso-administrativo contra dicha ley. Al detalle se exponía cada paso, se advertía de su gratuidad y se enlazaba también a la web de la asociación promotora del recurso, cerrando con un mensaje determinante: "Me niego a no poder respirar con libertad y me niego a ponerme una mascarilla siendo una persona sana". Inteligencia a raudales, sin lugar a dudas (lo digo también con ironía, claro).
Este texto se erigía en punta de lanza de una corriente que nacía al hilo de los padecimientos del covid 19, la corriente que recien entra en nuestro país es el negacionismo de las mascarillas, que intenta desacreditarlas desde todos los ángulos posibles y no posibles tildándolas de mordazas y de bozales, con lo que influyen negativamente en la población.
La corriente antimascarillas nace en USA impulsada por distintos movimientos a los que une una idea común y esto es que piensan que el uso de mascarillas no responde a una utilidad sanitaria y su único fin es acallar y restringir la libertad de los que piensan diferente.
En España es principal impulsor el abogado Luis de Miguel Ortega, que lidera una asociación en defensa de los consumidores, ACUS. Ortega también llevó al Tribunal Supremo
- el decreto del estado de alarma o
- el uso de biocidas por parte del Ejército para desinfectar las calles
- está en contra de la vacunación escolar obligatoria
Ortega argumenta que:
"El fundamento sucinto de la protección que se pretende es que la imposición del uso de mascarillas en personas sanas como los demandantes no tiene ninguna utilidad en materia de salud pública y supone un menoscabo de la dignidad y la salud humana, así como de la libertad de expresión. Todo ello carece de justificación jurídica y médica y excede de racionalidad y proporcionalidad".
Piensa él y sus seguidores qque la mascarilla es "un bozal" para evitar que el pueblo proteste contra el Gobierno.
Junto a Ortega, Natalia Prego, médico general colegiada en Pontevedra, que apoya estas posturas diciendo que la medida que obligar a usar mascarilla no tiene soporte científico.
Prego defiende posiciones contra:
- la cuarentena y
- el confinamiento
- dice que si se usa la mascarilla habitualmente puede ser contraproducente
- con la mascarilla nos obligamos a respirar constantemente el mismo CO2 que exhalamos
- puede generar hipoxia.
El movimiento antimascarillas que se origina en América en pleno confinamiento y muchos estadounidenses lo han tomado como nuevo símbolo en el maniqueismo izquierda - derecha, que ha alcanzado a las altas esferas del poder, enfrentando por ejemplo a Donald Trump (imposible verle con una puesta) con Joe Biden (intenta capitalizar su uso).
Bozal para unos y precaución contra el contagio a sí y a otros, para otros. Los del bozal se hacen fuertes con un libro: The Coddling of the American Mind, La mimada mente americana, cuya autoría es de los psicólogos Greg Lukianoff y Jonathan Haidt, que argumentan que la cultura del segurismo lo que está haciendo es arruinar a toda una generación, a los jóvenes norteamericanos se les estaría inculcando fragilidad e impidiendoles su enfrenteamiento a situaciones peligrosas que les proporcionen madurez, una especi de sobreprotección paranoide paternalista.
Para algunos incluso los confinamientos y la mascarilla son una señal de afeminamiento y de cobardía, según apunta el sociólogo de la Universidad de Virginia Bradford Wilcox, además de interponerse frente al estilo de vida americano que se basa en la libertad individual y en el libre mercado.