Es de suponer que ahora habría que formar una como la que el PSOE formó al PP de Ayuso.
"Si la justicia funciona,éste Sr y el gobierno q lo puso al frente de Sanidad,tendría q devolver los millones de euros"dados"a sus amiguetes. La Fiscalía Europea investiga un sobrecoste de 10 millones en la compra de batas por Sanidad" theobjective.com/espana/2022-08 vía
@TheObjective_es
En los siguientes tres vídeos vemos cosas inexplicables y la hartura bestial que tiene el pueblo contra Sánchez y su "Gobierno".
Qué está pasando con el agua:
Los líos de cuentas de Sánchez:
Hartura bestial del pueblo contra Sánchez:
No evolucionamos, involucionamos. Reproducimos aquí las palabras que James Petras puso a su prólogo en El Informe Petras:
"Comencé mi investigación sobre el impacto de las políticas del partido socialista en la sociedad
española a principios de enero de 1995... visitando ministerios, hablando con profesores
universitarios y con cuadros sindicales. Estaba atareado recogiendo estadísticas y leyendo
documentos eruditos y oficiales sobre desempleo, modernización, integración, etc. Al mismo
tiempo, en mi vida cotidiana, en el gimnasio, en el videoclub, en el supermercado, en los bares de
la Zona Franca de Barcelona, estaba experimentando una realidad diferente.
La monitora de aerobic, de 29 años, trabajaba 50 horas a la semana por 60.000 pesetas. Nos
hicimos amigos, y un día "desapareció": su contrato laboral de 6 meses expiró y, lo que ella más
temía, fue inevitablemente despedida. Otro empleado temporal la sustituyó. En el videoclub, un
licenciado en Historia vendía vídeos, trabajando 48 horas por 70.000 pesetas... y se sentía
afortunado. En Hospitalet, una chica de 19 años ensobraba por 1.000 pesetas al día trabajando 10
horas diarias... Al principio pensé que eran casos "extremos", así que empecé a ir a los distritos de
clase obrera, como la Zona Franca, y encontré los bares repletos en pleno día. Ésta era la nueva
España moderna: trabajadores retirados jugando al dominó de lunes a viernes y bailando
pasodobles el fin de semana en los clubs de la tercera edad, y sus hijos trasegando cervezas en el
margen de una vida sin futuro.
Dejé de ir a la universidad y a los ministerios. Lo más importante para mi investigación era el
rostro humano de la "modernización" de Felipe... Descubrí otro mundo que las estadísticas del
gobierno y la investigación académica pasaban por alto: los millones de jóvenes trabajadores
españoles que quedaban marginados del empleo estable y bien pagado... de por vida.
Volví a conceptualizar mi estudio para dar un rostro humano y una voz a los trabajadores jóvenes;
a su frustración, su rabia, sus miedos. Comencé a pasar tiempo hablando con ellos en los bares y
cafés de sus barrios, y durante paseos por la Rambla y el Barrio Chino.
Al mismo tiempo, empecé a entrevistar a trabajadores mayores, mi generación de los 60 y los 70.
En algunos casos compartíamos un lenguaje común, de política de clase; con otros, las luchas eran
historia pasada. Visité el puerto de Barcelona, intercambié ideas en pequeños restaurantes de la
Barceloneta, en cocinas de Hospitalet, en la cafetería de la planta de Seat. Era una experiencia
educativa, pero también política y personal, conmovedora. Sentí los "altos" y "bajos" de padres que
lucharon y ganaron contra la dictadura, enfrentados una vez más a un terrible dilema: cómo
ocuparse de su seguridad ante los salvajes ataques del gobierno socialista y la patronal... mientras
se angustian por las condiciones del empleo marginal de sus hijos e hijas.
Había dramas callados de la vida cotidiana tras las puertas cerradas de dormitorios atiborrados.
Aunque los jóvenes tienen pocas ilusiones y sus padres ninguna, hay una especie de energía vital
que encuentra su expresión de innumerables maneras. Las periódicas huelgas generales que
rompieron los límites impuestos por los patrones, los políticos y los burócratas sindicales. La
movilización en la calle por la Guerra del Golfo, las manifestaciones antirracistas y contra la mili...
pero sobre todo hay ahora mismo un gran depósito de desesperación oculta que puede dar una
sorpresa a aquéllos que han escrito a vuelapluma sobre la generación joven. Éste es el principio, y
no el capítulo final, de la lucha de los trabajadores españoles por una vida decente. Este estudio es
una pequeña contribución, esperanzada, a la construcción de esos lazos generacionales que puedan
volver a crear aquel espíritu de solidaridad y generosidad por el que los trabajadores españoles son
tan justificadamente conocidos".
española a principios de enero de 1995... visitando ministerios, hablando con profesores
universitarios y con cuadros sindicales. Estaba atareado recogiendo estadísticas y leyendo
documentos eruditos y oficiales sobre desempleo, modernización, integración, etc. Al mismo
tiempo, en mi vida cotidiana, en el gimnasio, en el videoclub, en el supermercado, en los bares de
la Zona Franca de Barcelona, estaba experimentando una realidad diferente.
La monitora de aerobic, de 29 años, trabajaba 50 horas a la semana por 60.000 pesetas. Nos
hicimos amigos, y un día "desapareció": su contrato laboral de 6 meses expiró y, lo que ella más
temía, fue inevitablemente despedida. Otro empleado temporal la sustituyó. En el videoclub, un
licenciado en Historia vendía vídeos, trabajando 48 horas por 70.000 pesetas... y se sentía
afortunado. En Hospitalet, una chica de 19 años ensobraba por 1.000 pesetas al día trabajando 10
horas diarias... Al principio pensé que eran casos "extremos", así que empecé a ir a los distritos de
clase obrera, como la Zona Franca, y encontré los bares repletos en pleno día. Ésta era la nueva
España moderna: trabajadores retirados jugando al dominó de lunes a viernes y bailando
pasodobles el fin de semana en los clubs de la tercera edad, y sus hijos trasegando cervezas en el
margen de una vida sin futuro.
Dejé de ir a la universidad y a los ministerios. Lo más importante para mi investigación era el
rostro humano de la "modernización" de Felipe... Descubrí otro mundo que las estadísticas del
gobierno y la investigación académica pasaban por alto: los millones de jóvenes trabajadores
españoles que quedaban marginados del empleo estable y bien pagado... de por vida.
Volví a conceptualizar mi estudio para dar un rostro humano y una voz a los trabajadores jóvenes;
a su frustración, su rabia, sus miedos. Comencé a pasar tiempo hablando con ellos en los bares y
cafés de sus barrios, y durante paseos por la Rambla y el Barrio Chino.
Al mismo tiempo, empecé a entrevistar a trabajadores mayores, mi generación de los 60 y los 70.
En algunos casos compartíamos un lenguaje común, de política de clase; con otros, las luchas eran
historia pasada. Visité el puerto de Barcelona, intercambié ideas en pequeños restaurantes de la
Barceloneta, en cocinas de Hospitalet, en la cafetería de la planta de Seat. Era una experiencia
educativa, pero también política y personal, conmovedora. Sentí los "altos" y "bajos" de padres que
lucharon y ganaron contra la dictadura, enfrentados una vez más a un terrible dilema: cómo
ocuparse de su seguridad ante los salvajes ataques del gobierno socialista y la patronal... mientras
se angustian por las condiciones del empleo marginal de sus hijos e hijas.
Había dramas callados de la vida cotidiana tras las puertas cerradas de dormitorios atiborrados.
Aunque los jóvenes tienen pocas ilusiones y sus padres ninguna, hay una especie de energía vital
que encuentra su expresión de innumerables maneras. Las periódicas huelgas generales que
rompieron los límites impuestos por los patrones, los políticos y los burócratas sindicales. La
movilización en la calle por la Guerra del Golfo, las manifestaciones antirracistas y contra la mili...
pero sobre todo hay ahora mismo un gran depósito de desesperación oculta que puede dar una
sorpresa a aquéllos que han escrito a vuelapluma sobre la generación joven. Éste es el principio, y
no el capítulo final, de la lucha de los trabajadores españoles por una vida decente. Este estudio es
una pequeña contribución, esperanzada, a la construcción de esos lazos generacionales que puedan
volver a crear aquel espíritu de solidaridad y generosidad por el que los trabajadores españoles son
tan justificadamente conocidos".