En un reciente acontecimiento, Alfonso Guerra, exvicepresidente del Gobierno y destacado miembro del Partido Socialista, se unió a otros líderes históricos del socialismo español, como Felipe González, Ramón Jáuregui y el exministro Virgilio Zapatero, quienes han expresado su preocupación por las posibles consecuencias de una amnistía para los protagonistas del proceso independentista catalán.
Guerra advirtió que una amnistía, si se llegara a aplicar, podría llevar a la "deconstrucción de la sociedad democrática del 78". Hizo llamamiento en calidad de ciudadano demócrata y socialista para que esta medida no se lleve a cabo.
A diferencia de otros exaltos cargos socialistas que han expresado sus preocupaciones de manera más neutra, Guerra empleó un tono apasionado y utilizó términos más fuertes, como calificar lo ocurrido en 2017 como un "golpe de Estado" y comparar a Carles Puigdemont con un "gánster de poca categoría" debido a su huida a Waterloo en el maletero de un coche.
¡¡Vergonzoso¡¡.
Sin embargo, el mensaje fundamental de Guerra fue el mismo: se opone a la amnistía propuesta.
El exvicepresidente también hizo referencia a las palabras del historiador Juan Pablo Fusi, quien expresó su dolor por el momento político actual y la sensación de derrota de su generación. Guerra compartió esta preocupación y se rebeló contra la idea de que la amnistía represente la condena de la Transición, el proceso histórico que llevó a la democracia en España. Para él, esto es inaceptable, ya que niega los esfuerzos de los viejos socialistas que lucharon por la democracia en un contexto difícil.
Guerra, al igual que otros veteranos del PSOE, argumenta que una amnistía no sería una medida inocua, sino que deslegitimaría toda la estructura institucional democrática.
Sostiene que la amnistía de 1977 fue posible porque eliminó delitos que eran propios de la dictadura y no tenían cabida en un régimen democrático.
Sin embargo, en este caso, se teme que una amnistía conduzca a un cambio hacia un sistema no democrático al borrar 45 años de democracia.
A pesar de las críticas de Guerra y otros líderes socialistas, la dirección del PSOE minimiza estas preocupaciones y atribuye cualquier posición crítica a una estrategia del "miedo" promovida desde la derecha.
Guerra defiende su derecho a expresar sus opiniones y afirma que su lealtad está con el PSOE, ya que ha contribuido modestamente a reconstruir una parte del partido. Considera que las ideas son más importantes que las personas que las representan en un momento dado.
Guerra ha aprendido mucho con los años, se ha hecho más moderado, pero siempre lo ha movido el amor a España y el beneficio del País, por lo que la actual política lo ve como una traición al sistema democrático nacido en 1978 y personificado en la Constirución Españala, es decir, una traición a España y a los españoles.