Ella siempre joven, siempre alegre y sensible, conciliadora e inteligente, parecia ir siempre un paso por delante del resto de los humanos porque los seres especiales así se distinguen. Canto en el cole, en la parroquia, coro en la misa y en las bodas, guía y compañera en campamentos, noches amenizadas cantando, lo mismo un fandango que una canción mística, acampadas, fogatas, gincanas, excursiones, charlas. No le gustaba perder el tiempo y nunca se deshizo de su acentillo canario, a quien se dormía en los laureles le decía«mi niña, que estas aplatana». A veces, yendo yo conduciendo, me la encontraba y le decia«sor Sofíaaaa adónde vaaaas?, te llevoooo?. Y ella respondía: «que no mi niña, que tengo que andar». Y no paraba nunca de ir de allá para acá como si le faltara tiempo para hacer tanto que tenía pensado. Estupenda persona, estupenda hija de la Caridad, estupendo ejemplo, estupenda luz que brilla ahora desde el cielo. Un mes antes de morir sor Venicia le pregunté a sor Marciana por ella, como si de una pista se tratara aquella escena, sor Sofía y sor Marciana murieron el mismo día. Sor Sofía estaba bien pero se cayó, la ultima imagen es de una monja de cera tan joven como siempre, ella cumplió cuarenta y allí se estancó, pasando de los 89 que ya contaba.
Un besitooo, protegenos.
Sor Sofía Sánchez Carrillo falleció en Sevilla el 21 de marzo de 2019.
Ella sembró la alegría del saber y de la música, muchas promociones de niñas y jóvenes fueron sus colaboradoras, su entusiasmo y su fe movía montañas. También transmitió su amor al Pobre, en ello también implicaba a sus niñas.
Aunque el tiempo impone distancia el compromiso de quien se implicó con ella, en sus tareas eclesiásticas, sociales, musicales, en su labor de apostolado, siguen fieles a su compromiso allí donde el destino los haya puesto, y allí desempeñan sus labores cristianas y vicencianas de servir a Cristo en los Pobres que la hermana sor Sofía les enseñó.
Destaca su amor a los más necesitados y su misión apostólica y su compromiso se extendían hacia lejos de los muros del Colegio y Casa Provincial, atención en las periferias, a familias marginadas, repartiendo a los necesitados, por sí o por medio del equipo que con ella colaborara, lo que necesitasen sobre todo en fechas puntuales como la Navidad.
Almargen de esto igualmente destada es su labor en el entorno de las Juventudes Marianas Vicencianas, Campamento Puente Zuazo al frente del cuadro de monitores que componían la Acampada Roja (por el color que la distinguía) Alberto Shlater Navarro, Luis Pedro González Rodríguez, María del Carmen Calderón Berrocal, Ana María Domínguez González y María de los Ángeles Cabrera Martín, fueron varios años de campamento en los que la convivencia fue entrañable y la experiencia del equipo inolvidable. Allá donde estuviera era testimonio de fe, de entrega, de sensibilidad, de tesón y de alegría.